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La soprano, acompañada por el pianista Jesús Carrasco, volvió a deleitar a su público-esta vez mayoritario de la ciudad y que llenaba completamente el aforo de la sala de conciertos- no sólo con su espléndida voz y desarrollada técnica vocal, sino también con un gran buen hacer musical, impregnando cada nota que brotaba de sus cuerdas vocales de expresión, sentimiento y una dulzura y gusto exquisitos.
La actuación estuvo dividida en dos parte, y contó con un programa bastante ameno y variado. La primera parte consistió en una selección de arias de famosas óperas de Puccini (La Bohème y Gianni Schicchi), de Bellini (Capuletos y Montescos y Norma) y de Verdi (La Traviata). La segunda parte se centró en un repertorio de romanzas de zarzurelas como La Tabernera del Puerto de Sorozabal, Bohemios de Vives o Marina de Arrieta, “Del cabello más sutil” (canción de Obradors) y para terminar, una nana del compositor sevillano Manuel Castillo.
Esta segunda parte del concierto, quizás por sentirla mucho más nuestra y cercana, engrandecida también por la fuerza de la palabra, y por supuesto, agraciada por la excelente interpretación de Aurora, que derrochó arte y expresividad en cada una de las romanzas, tuvo una grandísima acogida por parte de todos los asistentes que despidieron a la cantante zalameña con calurosas ovaciones y aplausos.
Sin más, aprovecho la ocasión que me brinda este periódico para desearle que siga cosechando muchos éxitos y abriéndose camino allí por donde vaya. Nosotros esperamos poder seguir disfrutando en muchas más ocasiones de su voz y de su música.
Esperanza Perea