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Al llegar a El Villar, a eso de la una del mediodía ¡madre mía que calor!, nos metimos en el bar de Patiño para tomar un refrigerio. Allí se encontraban “la gente de cai”, vestidos aún de calle y cantando a garganta abierta por su tierra, ¡qué vozarrones! Al acercarnos a la barra, nos vio Julián, villarejo de nacimiento, hijo de Cesáreo y Ana, y componente de “El Coro del Monti”….-“Juli que calor hace, ¿a qué hora actuáis?”....-“ahora nos tenemos que vestir y estaremos listo a las dos y medía más o menos”. Mientras tanto sus compañeros del coro rodeados de familiares y amigos, seguían a lo suyo cantando y pasando un buen rato. Decidimos dirigirnos al salón de La Hermandad donde se iba a celebrar la actuación, para pulsar el ambiente y visualizar los preparativos que habían dispuesto los villarejos. En la puerta tenían preparado el escenario desde donde cantaría el coro gaditano, dentro del salón estaban sirviendo copas y ultimando la preparación de una caldereta y una paella con todos sus avíos.
Antes de las dos y media, como lo habían anunciado, los gondoleros hicieron acto de presencia, inundando con su vaivén de voces las calles de la aldea. A pesar del calor reinante, “Barcarola” refrescó co
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Este año como detalle, requirieron del pedáneo de la aldea para que subiera al escenario y entregarle unas fotos donde se plasman las actuaciones, tanto del año pasado, como de este, del coro actuando en El Falla. Las fotos preciosamente enmarcadas hacían reseña, de forma agradecida, a El Villar y su gente, solicitando que fueran colgadas en el salón de La Hermandad.
Los aires de Cádiz envolvieron la añeja aldea en forma de pasodobles y cuplés, intercalando algún que otro chiste, que de forma distendida contaba un componente del coro. La entrega a la musicalidad y el arte de estos gaditanos era total, que con sus estribillos y letras pegadizas fueron haciendo participes al público en su actuación.
Mientras tanto, fuimos dentro del salón a pedir una cerveza y pudimos comprobar que la paella estaba lista. Como buenos previsores de la avalancha que se avecinaría luego, nos pedimos dos buenos platos de paella. Tres euros de una buena ración con todos sus componentes y en su punto justo, ¡Qué buena estaba!
Preguntamos en la barra quien la había hecho y nos dijeron que la hacía siempre Puri que tenia muy buena mano con la paella. Nos quedamos con ganas de repetir, pero nos habían servido tanto que estábamos hartos para reventar.
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A nuestro pesar nos tuvimos que volver para Zalamea, porque el fotógrafo tenía que asistir a una boda, y el que escribe tenía cosas que hacer por la tarde. Por ello nos despedimos de El Villar y nos congratulamos de haber disfrutado de un fantástico carnaval en vísperas de El Romerito.