Los padres tienen una
gran responsabilidad a la hora de educar a sus hijos. No es simplemente un acto
de órdenes y de normas, también es necesario transmitir otros tipos de valores
que ayuden a estos pequeños a desarrollarse como personas sanas y que en un
futuro sean capaces de realizar y cumplir cualquier objetivo que se marquen con
los menores inconvenientes posibles. Y no hablo de los inconvenientes que se
nos cruza en la vida sino de los que pueden formarse dentro de nosotros. Nos
referimos a baja autoestima, a la resolución de conflictos, a las habilidades
sociales, a las emociones, etc…a todas
aquellas herramientas que nos son necesarias como base para poder construir
sobre ella otro tipo de conceptos.
Lo que deben preguntarse
los padres es ¿escucho a mi hijo
realmente cuando necesita decirme algo? Cuando nuestros hijos ya no son tan
pequeños y pueden hablar, moverse por sí solos, ya forman parte activa de este
mundo, de nuestra vida, de su vida.
Está claro que de
nosotros depende que puedan aprender ciertas cosas, cultura, educación,
valores, creencias, pensamientos, conductas…, copian todo lo que nosotros
hacemos o decimos puesto que somos su punto de referencia, dando por hecho que
todo lo que ven es lo correcto, aunque realmente no lo sea. Normalizan e
interiorizan como si formara parte de su personalidad, todo lo que les rodea,
como un folio en blanco que se va escribiendo poco a poco.
Tenemos el poder y la
gran responsabilidad como decíamos al comienzo del texto de crear a una persona
con buenas intenciones, sentimientos, amable, respetuosa, entre otras muchas, o
por el contrario una persona que no sepa adaptarse a su medio por falta de
recursos. En nuestras manos está una vida que influirá a otras muchas personas
siendo éste feliz o haciendo feliz a los demás. Muchas veces no nos paramos a
pensar en ello y simplemente nos dejamos llevar por nuestros impulsos, por esos
momentos en los que no pensamos en las consecuencias y solo el salir salvado de
esa situación que nos agobia. No es tan fácil hacerse cargo de una nueva vida.
Hay diferentes estilos educativos con los que formamos a nuestros hijos y uno de los que nos encontramos es en el que los padres intentan que sus hijos hagan o sean todo lo que ellos quisieron ser y no pudieron, estilo educativo autoritario. Sienten que sus hijos son parte de su propiedad y que éstos están obligados a seguir sus normas y sus antojos cómo ellos quieran. Utilizan a sus hijos como un medio para beneficiarse de lo que ellos no pudieron disfrutar o pagan con ellos sus frustraciones del pasado.
¿Cuántas veces hemos escuchado decir…, quiero que mis hijos
tengan todo lo que yo no pude tener?, seguro que algunos de nosotros mismos hasta lo hemos dicho o
lo hemos llegado a pensar.
Cada persona nacemos
genéticamente con unas tendencias o ciertas habilidades que nos definen o nos
caracterizan. Está claro que si nos entrenamos podemos ser buenos en muchos
ámbitos pero hablamos de eso que se nos da bien o nos gusta y que no requiere
gran esfuerzo. Hay personas que se les da bien las matemáticas, el dibujo
artístico, facetas que forman parte de nuestra personalidad. Cada uno de
nosotros nacemos con unas preferencias que NO pueden ser impuestas en los demás
ya que es algo único y personal.
Con ello debemos pensar
que es imposible o más bien, que estaríamos cometiendo un gran error si
intentamos imponer o manipular a nuestros hijos para que hagan aquello que nosotros
no pudimos conseguir, ya que estaríamos intentando encajar una pieza en un
hueco que no es el suyo. Consecuencias que a largo plazo podría acabar en abandono
de los estudios, en frustraciones enmascaradas en iras, enfados, rencor hacía
los padres y qué después de tantos años no sabemos de dónde procede, etc.
Debemos sentarnos con nuestros hijos
y saber qué es lo que realmente les gusta a ellos, qué es lo que quieren ser de
mayores y dejar de intentar que se conviertan en lo que nosotros no fuimos. Tú
tienes unas habilidades y unos gustos distintos a tus hijos,…recuerda la pieza que intentas encajar en el
lugar no correcto.
¿Has pensado alguna vez si lo qué haces realmente es por él,
por su bien, o si lo haces para quitarte tú el sentimiento de malestar o
frustración qué te causa cierta situación?
Sobre todo esto les
ocurre a las personas mayores, quieren que sus hijos estén atentos a todas
horas, qué no salgan a ningún sitio que sea para disfrutar de su tiempo de
ocio. Esto es solo una de las situaciones que nos podemos encontrar, pero el
sentimiento de propiedad es el mismo. Padres que llaman a sus hijos para saber
qué hacen, padres que presionan a sus hijos para qué se esfuercen más en los
estudios porque deben tener una carrera, etc.
Qué debemos hacer los padres…
-
Ser menos egoístas. Ya que si actuamos como hemos estado describiendo
hasta ahora, sólo estamos mirando por nuestro bienestar, por sentirnos
satisfechos por aquello que no conseguimos, con la diferencia que son nuestros
hijos los que se están esforzando por conseguirlo y quizás sin estar motivados
y sin querer hacerlo. Parece una tontería pero realmente estás condicionando el
futuro de tu hijo en muchos aspectos, uno de ellos a qué no sea feliz y viva en
una constante confusión.
-
Dejarles espacio. Los padres suelen tener controlado todo lo que sus hijos
hacen, sino de una manera de otra. Se sienten en la obligación de qué tienen
que estar al día de todo lo que piensan, deciden, o hacen o piensan hacer, lo
que podemos entender cómo sobreprotección pero qué realmente se convierte de
nuevo en un comportamiento egoísta. Tenemos que dejarles espacio para qué se
equivoquen, para qué decidan solos, para que reflexionen sobre lo que quieren
en sus vidas.
-
Escucha activa. Deben de escuchar lo que sus hijos dicen pero de manera activa ¿Qué
quiere decir esto? A veces escuchamos para contestar seguidamente, no nos
paramos realmente a analizar y a entender lo que la otra persona nos quiere
hacer saber. No nos ponemos en el lugar de la otra persona, ¿qué nos querrá decir? ¿cómo se está sintiendo esta persona mientras
me está expresando tal situación? Son algunas de las preguntas qué
deberíamos hacernos mientras la otra persona nos habla.
-
Buena comunicación. Una buena comunicación se da cuando
no se intentan imponer ningún tipo de pensamiento o creencias, simplemente se
escucha, se entiende y se respeta lo que la otra persona nos cuenta. Deberíamos
plantearles a nuestros hijos preguntas como ¿Qué
es lo que os apasiona? ¿Qué os gustaría ser o hacer en vuestro futuro? Preguntas
tan sencillas cómo está pueden resolver muchos problemas futuros. Sea lo que
quiera ser vuestro hijo, debe ser con motivación y entusiasmo, por lo contrario
no se sentirá satisfecho consigo mismo.
Lo que no se hace con
pasión, con ganas, con ilusión acaba siendo un peso bastante grande que no se
aguanta mucho tiempo. La motivación es la gasolina que carga nuestra mente y
nuestro cuerpo, si esa energía precede de otro lugar que no es nuestro interior,
estaremos en disconformidad continua ya que nuestros gustos, nuestros
pensamientos y nuestras creencias no encajan con lo que estamos haciendo con
nuestra vida.
Espero que os sirva de
ayuda y nos vemos pronto, un saludo.
Si tenéis cualquier duda, os dejo
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