La fachada principal consta de un vano adintelado entre pilastras y se remata con una pequeña espadaña de un solo vano.
La presencia de enormes sillares de piedra en el entorno parecen indicar la existencia de un antiguo edificio romano, sobre el que pudo haberse edificado la actual ermita, cuya primera referencia documental data del siglo XV, aunque la apariencia de edificio corresponde estilísticamente a la primera mitad del siglo XVI.
Sabemos que la ermita sufrió graves desperfectos con el Terremoto de Lisboa de 1755, teniendo que ser trasladadas sus imágenes, años después, a la iglesia parroquial. Fue reconstruida a comienzos de la década de los setenta, terminándose las obras en 1775, año que consta en una cartela en el arranque de la bóveda del presbiterio. Todo el conjunto ha sido cuidadosamente restaurado en los últimos años a expensas de los vecinos de Zalamea.
Preside la capilla mayor un retablo recompuesto con elementos de la segunda mitad del XVII, en cuya hornacina central se venera la imagen de San Blas, cuyas manos, cabeza y policromía fueron realizadas, tras la Guerra Civil, por el imaginero local Manuel Domínguez.
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