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Y es que año tras año, y ya se va convirtiendo en una saludable y atractiva tradición, la entrada a la Caseta Municipal, a la altura de la puerta de la sacristía de nuestro más que emblemático B.I.C., albergará durante los días festivos, el trabajo, la destreza y la paciencia hecha arte, de algunos de nuestros más insignes paisanos. Y es que mientras otros alardean de tener artistas entre sus filas, aquí salen de debajo de las piedras, aunque los escondamos con humildad, sin hacer ruido, que la modestia es una virtud.
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El olor a cola de carpintero impregna la nave que alberga otra de las ilusiones que mantienen en pié nuestros contertulios: la Cabalgata de Reyes Magos. Al fondo, las carrozas medio desnudas, a la espera de volver a ser engalanadas en breve. Por delante, la impresionante maqueta del coso zalameño. No le falta un detalle. Desde la placa en honor a “Los Arrepentíos” de la entrada de sombra, pasando por los carteles de este año, banderas y capotes, toriles y corrales, burladeros, caseta de cine, palcos y barandillas, gradas….todo, absolutamente todo.
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Ellos siguen trabajando, sin parar. Tan solo dejan momentáneamente la tarea para responder. “Todas las piezas son de madera, todo absolutamente de madera -y este que les escribe da buena fe de ello-, a excepción de las barandillas de la barrera, que se ha utilizado hilo de acero”. José Antonio se apresura a indicarnos “hasta le hemos echado albero del que han traído para la plaza, en el coso”. Realidad virtual en 2 metros y medio de diámetro.
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Solo acceden a salir de la nave para poder hacerles una foto en el coso real. No quieren perder mucho tiempo. Mientras tanto, me van indicando cómo se lo van a llevar al Paseo Redondo y como pretenden colocarlo. Ustedes ya lo han podido apreciar.
Dos meses de trabajo en horario de mañana y tarde. Sábados, domingos, festivos, laborables o cualquier otra modalidad diaria existente en el calendario estival, aferrados a la madera. “Todo el verano aquí metidos, robándole tiempo a la familia y a los amigos” nos indica uno de ellos. Aunque el objeto final bien les ha merecido una dulce recompensa: el reconocimiento de todos los zalameños a una obra de arte, a su humilde trabajo.