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Desde las difuminadas nubes, y como si colgara del cielo un nuevo personaje se inmiscuía dentro de la vida zalameña. Con su parapente y oscilando en las alturas zalameñas de un lugar a otro, el turista aéreo, comenzó a dar vueltas a lo largo de este pueblo blanco. Las miradas zalameñas seguían el recital, mientras que el anónimo visitante, dotado de una cámara, comenzó a filmar desde su privilegiado mirador tomas que en la cabeza de los espectadores eran difícil de imaginar. Preguntas sin responder y curiosidad propia del que observa algo que se escapa de la rutina. La gente siguió observando hasta que el horizonte de la encina La Loca engulló al visitante. Pequeñas anécdotas que forman un pueblo.