Yo creo en lo que veo y en lo que me parece que vale la pena creer; algo que no suele coincidir con lo que nos “obligan” a creer los listos de siempre. Crear es un placer: una obra de arte; nuestra propia descendencia; las condiciones para que todo el mundo viva decentemente. Y además de crear, es muy importante creer: creer en uno mismo.
Uno puede pasar por esta vida sin crear nada, y no pasa nada; puede crear el caos, como hacen los banqueros alemanes con los pueblos del sur de Europa, y no les pasa nada (a los buitres de las finanzas, se entiende). Puede crear una empresa armamentista, una religión, un grupo terrorista o, como suele suceder, crear un enemigo imaginario al que echarle la culpa de todos los males creados por los anteriores. Y pasa lo que pasa: nada. La gente traga en su mayoría, bien sea por comodidad, por ignorancia o por el lavado de cerebro a que es sometida, mañana, tarde, noche… y madrugada.
A mí me gusta crear algo de arte; el conseguirlo o no, ya es otra cosa. La puñetera inquietud por hacer cosas: pintar, escribir, editar libros y periódicos… casi siempre con la tonta idea de que se tome conciencia de lo mucho que perdemos cuando perdemos el tiempo.
El tiempo. “Pídeme lo que quieras, menos mi tiempo”, es una de las frases que más me impactaron, y que suelo utilizar cuando es absolutamente imprescindible.
Ahora mismo podría pensar “Estoy perdiendo el tiempo predicando en el desierto”. Pero enseguida me doy cuenta de que esto es mucho mejor que interesarme por la problemática del Barça de Qatar, el Madrid de los Emirates o el miserable Sálvame de Telecinco.
Vicente Toti
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