Cuesta saludar; por cortedad, la mayoría de las veces. A mí me gusta el saludeo. En Zalamea hay unos cuantos saludos encantadores, entre los que se ha metido el moderno “hola”. Yo practico el “Hey”, el “vamos”, el “adiós”o el “hasta luego”, unidos al saludo con la mano.
Me gustan menos, los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches, porque los veo más fríos; aunque también los practico. Pero sin duda alguna, el mejor saludo es la sonrisa, ese gesto tan sencillo y que tanto cuesta a veces; bien sea porque estamos pensando en algo profundo, o porque no tenemos ganas de hacer ese pequeño esfuerzo.
Es verdad que hay personas que parecen estar siempre enfadadas con el mundo, con todo el mundo; y no saben lo que se pierden, porque una sonrisa a tiempo es una batalla ganada o, al menos, no perdida.
¿Cuándo empecé a darme cuenta de esto? Un día estando en mi mesa de trabajo, llega un jefe (en mi trabajo había más jefes que indios), y me dice: ¿Te pasa algo? – No, al revés, estoy contento porque me han pedido poner otra expo
sición de mis cuadros y, encima, mañana me voy de vacaciones. –Pues con esa cara de mala leche nadie lo diría. Me extrañó, pues la verdad es que siempre traté de ser amable con él y con todos los compañeros. Pero, al parecer, estaba tan concentrado en mi trabajo, que olvidé sonreír.
Uno lleva toda la vida tratando de aprender cosas. Y estas, del saludo y de la sonrisa son dos de las que ayudan a vivir más a gusto con uno mismo. Si un eslogan tiene sentido es el viejo “Sonría, por favor”.
Vicente Toti
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