“Si te pienso, me dueles”.
“Si te imagino, te lloro”.
“Si te quiero, vives en mí”.
Tomo prestados estos pensamientos, que comparto, de mi hija Sara, para agradecer a todas las personas de Zalamea la Real, las muestras de cariño y respeto, que en estos momentos de gran dolor, nos están expresando por la pérdida y la ausencia de mi esposa Mª. Ángeles Gandullo Lombardero, que duerme para siempre desde el 02/03/2016.
Llegamos a Zalamea el 23 de Marzo de 2001, pidiendo permiso (yo), para vivir entre vosotros, en mi pregón de Semana Santa, casi ignorando el sentimiento que nace, crece y se multiplica al sentirse “Zalameño”, como me he sentido durante este tiempo.
Después de quince años vividos en Zalamea, he visto acrecentado, en estas dolorosas circunstancias que casi nos están ahogando, que el pueblo de Zalamea la Real, merece su nombre y sus habitantes, han de llevar con orgullo el señorío que les corresponde, lo he comprobado, una vez más, por su comportamiento y muestras de cariño y dolor que nos habéis manifestado (por teléfono y en persona), tanto con mis hijas, mi familiares y conmigo.
Sé que Mª Ángeles, mi esposa, ha sido una persona discreta, bondadosa, generosa y altruista, abnegada y siempre (herencia de su madre), regalándonos su sonrisa, hasta el extremo de dedicarse en cuerpo y alma al cuidado y mimo de su madre, estos últimos doce años, en los que jamás he escuchado de su boca (ni en sus gestos), la más mínima expresión de cansancio o de queja. Era toda bondad, dulzura, comprensión, respeto, inteligencia natural y sabiduría que por experiencia acumulaba. Me faltaría tiempo y papel para exponer los valores que acumulaba, aunque todos los que hemos tenido la fortuna de convivir y/o conocer a Mª Ángeles, recordaremos lo que nos decía siempre “No hace falta que digas si eres bueno o malo, deja que sea la gente quien te juzgue y opine y piensa, luego, que pueden tener razón”.
Gracias a todas las personas que han querido estar a nuestro lado y a cuantos no han podido llegar a nosotros. Gracias por el amor con el que nos estáis arropando, al tiempo que afloran conversaciones y lágrimas, por una persona que es y será siempre un ejemplo a seguir, porque María Ángeles, nos enseñó a querer.
Gracias, Zalameños, por vuestra generosidad y ayuda, y en nombre de mis hijas Sara y Rocío y en el mío, recibid nuestro sincero abrazo de gratitud.
Eugenio Martín