El acto contó con la participación de la Banda de Música “Don Justo Ruiz”, así como la intervención de Carlos Domínguez, acompañado al teclado por José Raúl Llanes que interpretaron “La Saeta”.
Consuelo Gallego, quiso expresar como se vive la pasión de Cristo desde el punto de vista de un pueblo milenario. Para la pregonera “El acontecer de la Semana Santa, el vivir en hermandad, es algo ensayado durante siglos”, calificó el hecho de pregonar como un verdadero reto el plasmar con palabras esa “Zalamea de Pasión” que centra sus esfuerzos en hacer grande una semana, que ya lo es de por sí para el sentir cristiano.
Consuelo, realizó un recorrido histórico por una Semana Santa que tuvo su germen en el Siglo XVI con la Hermandad de la Santa Vera Cruz, pasando por la reorganización tras la Guerra Civil hasta los momentos actuales. Afirmó, que la Semana Santa precisa tanto de una preparación física y espiritual para llegar al Domingo de Ramos. En cuanto a los desfiles procesionales zalameños, destacó la importancia del Miércoles Santo, día del Cautivo en Zalamea, cuando Dios baja a su calle, ante el fervor de los mayores, el que ella heredó de sus ancestros y ha querido transmitir a sus descendientes, una jornada con momentos de gran belleza plástica como la entrada en el templo por el Paseo Redondo. La tarde de Oficios del Jueves Santo y el encuentro entre el Nazareno y su madre, uno de los momentos exclusivos de la Semana Santa zalameña, como el discurrir por otros rincones como la Ermita de la Pastora o la Placita de El Jardín.
Consuelo Gallego evocó la “madrugá” de silencio y recogimiento con el único sonido del arrastre de los pies de los costaleros que portan, tanto al Cristo de la Sangre, como los corazones de los asistentes que tiene su culminación en la tarde del Viernes Santo con el camino hacia el Santo Sepulcro donde Cristo Yacente, acompañado de la Soledad y San Juan Evangelista queda depositado a la espera de que en medio de un “halo de misterio y recogimiento“, los varones realizan la Vía Sacra de las quince estaciones, una celebración que concluye con la Resurrección en una Zalamea que “se toma muy en serio el precio del sacrificio”.
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