Zalamea es una perfecta radiografía social de la existencia, uso y orígenes, de los casinos en nuestra provincia. Basta con husmear un poco en la historia que muchos aún recuerdan, para entender muchas de las cosas que a diario nos preguntamos sobre los casinos.
Zalamea es un lugar en el que se puede estudiar historia, vivir belleza y hacer amigos.
Pero vayamos por partes …
Los casinos de Huelva y los de Andalucía, tienen rasgos que comparten y otros que los hacen peculiares y únicos. En cada uno de ellos, se pueden observar y gozar características que los convierten en un documental variado y representativo de las sociedades en las que están ubicados. Pero distintos.
La Historia social del Sur tiene en sus notas marginales, datos que suelen pasar desapercibidos a los lectores de escritos y “escuchadores” de charlas. Son datos, a veces incómodos, que definen características y explican situaciones. Por ejemplo, qué pintaban los casinos en una sociedad tan polícroma y paradójica como la andaluza, en los albores del siglo XX.
En Zalamea, además de otras ofertas culturales y antropológicas, tenemos un casino que no es casino, que reúne las características de serlo y que recoge en sus precedentes todas las claves de la evolución de los casinos en el Sur. Zalamea es un crisol de valores casineros, de los que tuvieron voz y voto en la evolución histórica de nuestros pueblos.
Estudiando “los casinos” de Zalamea, se puede entender los “por qué” y los “cómo” del nacimiento de los casinos, en zonas tan complicadas como la Cuenca Minera de Huelva.
Salón del Casino de Zalamea.
Pero antes, conviene pasear por sus calles, bien calzados y de mañana, cuando la mente no está dispersa y el cuerpo descansado. Y sentarse en cualquier sitio, si es posible cerca del Mercado de Abastos, porque por allí pasa lo más activo de la sociedad local. Y porque la antigua calle “De la Plaza” nos puede ayudar a conocer una Zalamea discreta y hermosa. Y mucho más interesante de lo que dicen las prudentes crónicas actuales, que no presumen de lo que pueden presumir. Con derecho bien ganado, desde ese neolítico que cimentó el maridaje asombroso de campo y minas, en los hermosos parajes de El Pozuelo.
En Zalamea tenemos un amigo, Antonio, que pega la hebra con Genaro cada vez que se ven. Y como ambos son de buen charlar, pues saltan chispas de sabor histórico en las esquinas cuando ellos pasean por Zalamea.
De vez en cuando, Genaro me dice cosas de ellos …
- Antonio me ha dicho que esto existe desde dos mil años antes de Jesús, cuando
Abraham estaba por Palestina liado con sus cosas bíblicas. Que ya es tiempo …
Genaro tiene en buena estima a su amigo Antonio, porque le “hecha cuenta” cuando el tiempo se detiene con ellos. Para eso son los amigos.
Zalamea, madre de Riotinto, de Nerva, de El Campillo, de El Pozuelo,… En éste último, hace más de 3.000 años, amigos nuestros de entonces dejaron huellas increíbles de su presencia, para que nuestros paseos por ese bello paraje nos llevara a dólmenes que deberían ser reliquias de nosotros mismos.
Dólmenes de El Pozuelo.
- Antonio – comenta Genaro – me ha llevado a los dólmenes de El Pozuelo y me ha contado cosas que ya te diré. Nunca los había visto, a pesar de las muchas veces que mi padre me trajo a Zalamea, por aquello del aguardiente. Ya sabes, para vender en el Rosal y en el otro lado.
Y bien que no exagera. Los dólmenes de El Pozuelo son parte esencial de Zalamea, no solamente para esparcimiento cultural del visitante, sino para un buen entender por qué estos parajes acogieron a gente que más tarde fundó el pueblo actual. La sierra media, el clima y la tierra cuprosa, propiciaron asentamientos que más tarde fueron permanentes.
Aunque no lo parezca, estoy pensando en casinos cuando reflexiono sobre estas cuestiones. Porque los casinos no nacieron por generación espontánea en lugares fértiles, sino que fueron paridos por sociedades evolucionadas desde un origen determinado. Llegaremos …
De momento, Genaro está locuaz y me cuenta con su característica expresión de admiración por lo que Antonio le ha regalado.
- Aquí se vivía del campo siempre, pero no era de todos el campo, sino de los propietarios terratenientes, que daban trabajo a los obreros. Y había muchos trabajadores “fijos”, como se dice ahora, pero otros eran contratados por temporadas o días, según la época necesitara. Y eso se hacía a la puerta de los “casinos”, que eran varios.
Efectivamente, en los pueblos del Sur a veces se llamaba “casino” a bares que no lo eran, pero que así eran con conocidos, junto al nombre de su propietario. Pero otros sí lo eran, porque ser sedes de grupos más o menos organizados.
Zalamea es una perfecta radiografía social de la existencia, uso y orígenes, de los casinos en nuestra provincia. Basta con husmear un poco en la historia que muchos aún recuerdan, para entender muchas de las cosas que a diario nos preguntamos sobre los casinos.
Dos eran los sectores sociales bien definidos en Zalamea: Propietarios de tierras y obreros contratados. Y bien avenidos, por cierto, en un “entente cordial” por conveniencia de ambos. Cuando no hay abusos, contratadores y contratados se entienden en una cierta armonía conveniente.
Genaro sigue contándome su cultura casinera recién aprendida …
- Aquí hubo un casino, el “Permanente”, de clases con posibles, propietarios de tierras, que incorporaba a otros sectores, pero fundamentalmente a los dueños de tierras.
Biblioteca del casino.
Efectivamente, como en muchos de los lugares del Sur, donde la clase pudiente desarrolló una cultura asociacionista basada en conveniencias mercantiles y que desembocó en cultural y de ocio.
Zalamea tuvo en este casino de los inicios del siglo XX, el ejemplo real de lo que sucedía en otras localidades de Huelva. Propietarios que se unen en lugar común, donde se realizan tratos y contrataciones, aprovechando huecos entre charla y copa. Por eso este casino reunía a sus puertas a grupos de braceros que esperaban a ser contratados por los dueños de tierras, que elegían los que necesitaban entre los aspirantes.
Así, hasta que unas explotaciones mineras surgen en los alrededores y acogen a los sobrantes de esa masa social que demandaba trabajo a las puertas del casino “Permanente”. Se desplaza así una mano de obra sobrante en Zalamea que es absorbida por las minas de Riotinto cercanas.
Y surge una nueva clase social, que se une a propietarios y obreros del campo: Los obreros de las minas. Se completa así el mosaico laboral de Zalamea, con sus tres grupos bien definidos de propietarios, campesinos y mineros. Los tres grupos sociales que dan carácter a los casinos del Sur. Los tres colores de los salones de los orígenes. Los tres poderes en localidades bien definidas por su estructura social y por el escaparate de sus casinos.
Por eso las diferencias entre los casinos de Huelva. Por eso los aspectos distintos y los hábitos heredados. Por eso la forma de los edificios y su riqueza ornamental. Por eso sus señas sociales, culturales y de sentimientos. Por eso todos los casinos de Huelva son magníficos, pero todos diferentes.
- Me ha contado Antonio que hubo otros dos casinos, el “Círculo de la Unión” y “El
Progreso”, que ya eran de clases trabajadora. Buen comienzo de siglo tuvieron …
Sala del billar del Casino de Zalamea.
Aparecen ya las respuestas de la clase social obrera a las asociaciones de los pudientes. Se crean casinos de “pobres”, en el argot del momento, para designar y diferenciar. Nace la nueva estirpe casinera de los casinos populares, que, poco a poco, fueron incrementando su número por todas las zonas onubenses.
Pero ya aquí se nota la influencia de las compañías mineras, en el nacimiento y desarrollo de estos casinos populares. Como respuesta a una necesidad laboral de estas empresas, para dar solución al problema potencial de un ocio no controlado de la clase obrera, se crean y apoyan los casinos de la cuenca minera. Y Zalamea estaba ya inmersa en esta condición de población ligada a la extracción de mineral. Había que realizar acciones o desarrollar las que hubiera, al servicio de una política de construcciones que dieran satisfacción al tiempo de asueto de los trabajadores de las cortas.
Ya tenemos tres sectores sociales, propietarios, agricultores y mineros, que tienen en los casinos de Zalamea un referente de su tiempo mercantil, laboral y de ocio. Que para eso están y han estado los casinos, cuando la vida en los pueblos era mucho más simple que la vorágine comunicativa actual.
Zalamea, ha visto en su seno el desarrollo de casinos que son escaparate de sus esencias. Casinos de “ricos” y de “pobres”, agrícolas y mineros, de inspiración mercantil y de influencias de empresas. Ésta sería la radiografía de los casinos de Huelva. Y en la historia de Zalamea, está una muestra antológica de tales asociaciones.
El único lamento surge de la pérdida de esos casinos, que fueron parte de la historia de Zalamea y reflejo de su sociedad polícroma, a medio camino entre propietarios y obreros, entre agricultores y mineros.
A veces sucede. Un pueblo con riqueza casinera, termina siendo un pueblo con recuerdos de sus casinos. Y sin casino. Pero Zalamea tiene una solución surgida del maridaje entre población y Ayuntamiento. Cosa que no en todas partes sucede. Como en
todos los emparejamientos, no siempre hay la avenencia necesaria para compartir intereses.
En Zalamea, sí. En Zalamea hay una asociación, municipal y no privada, que tiene socios que pagan cuota, un bar que sirve aguardiente de la tierra, con agua, para teñirlo de blanco y mesas para jugar al dominó o a lo que se tercie. Tiene esas tres cosas que hacen que nosotros lo consideremos “Casino”. Y actividades culturales y sociales, que aportan ese color de referente que los casinos imprimen a las localidades.
Es el Club San Vicente, de titularidad municipal, pero con su propio gobierno en una junta directiva, como en todos los casinos. Con su presidente, su barra de bar, una puerta trasera y otra principal, salones para diferentes actividades y nuevas tecnologías en sitio bien elegido para un uso adecuado y tranquilo.
Y de nombre San Vicente, como no puede ser de otra forma, dado el vínculo que el Santo tiene con Zalamea, desde aquellos años en los que repobladores leoneses llegaron tras la Reconquista. Santo milagroso y previsor de enfermedades y plagas, situaciones que no eran raras en aquellos siglos. La religión, las religiones, encuentran solución a muchas de las preocupaciones populares de siempre.
Desde el siglo XVIII, patrón de Zalamea. Hoy, da nombre al Casino. Un Casino que tiene, además, un rasgo poco frecuente: Bar y mesas de tertulia, comparten espacio amplio en lo que fuera lugar de centro educativo. Pero, en medio, controlando las tertulias y a mano del bar, una mesa preciosa de billar. No está en lugar discreto y propio, como en otros casinos, sino que se ha plantado entre los otros dos poderes del lugar: Las charlas y la manguara.
Marcelo sigue contándome sus encuentros con su amigo Antonio y se sienta en un poyete en la Iglesia de la Asunción. Y cuenta, cuenta, cuenta, … hay mucho que contar de sus charlas con Antonio.
Zalamea es lugar para ir como la Historia: Con tiempo para empezar por el neolítico, dar un paseo por las calles de siempre y terminar en el Club San Vicente, con los amigos y una manguara o contra ellos en la mesa de billar.
Equipo
Azoteas
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