¿Qué había en mis veranos?
Los años han pasado y no dejan de venir a mi cabeza la cantidad de momentos disfrutados por las calles de mi pueblo cuando llegaba el verano.
Recuerdo que salíamos de paseo con las amigas, por las noches frescas para comernos un paquete de pipas en el Banco de Andalucía, porque al Bar de Marsal no podíamos ir, lo teníamos prohibido, pero nos conformábamos con ver a la gente pasar, lo teníamos todo controlado, era un punto estratégico de “cotilleo”. De vez en cuando nos íbamos al paseo redondo, ahora más iluminado, pero que en aquellos años estaba siempre oscuro y era el refugio ideal de muchas parejas. No asomábamos a la esquina y sinceramente, no veíamos nada, pero el mero hecho de ir allí, como nos estaba prohibido, despertaba en nosotras un gran interés, además este paseo era “la zona tabú”. ¡Increíble la curiosidad que despertaba en nosotras las escapaditas al rincón de los novios! -¡Hemos ido, uffffff, que no nos vean por aquí!
Por las tardes de calor, a eso de las tres de la tarde, ¿te acuerdas Elvira?, nos íbamos a dar un paseo al campo de mi madre a bañarnos en la alberca. No nos molestaba nada, ni bichos, ni avispas, ni calor, ni nada de nada. Cuando llegábamos, un poco exhaustas por la caminata a pleno sol, nos sentábamos a comer pan con nocilla, más derretida que nunca y más buena que cualquier manjar, nos bañábamos en la alberca, nos poníamos crema de zanahoria para broncearnos y cuando salíamos por la noche, parecíamos cangrejos, nos quemaba el sol, pero qué guapas nos veíamos con las piernas mitad rojas y mitad blancas!
Cuando salíamos por la noche, como dije antes, en el Banco de Andalucía las pipas, y los paseos largos por la plaza, que en aquellos años estaba a rebosar de gente. Recuerdo eso con tanta claridad, que ahora cuando veo la plaza llena, no como antes, pero con mucha gente, me apetece dar esos paseos con mis hijos. Nos divertíamos con cualquier cosa, igual que mis enanos ahora, aunque lo hagan de otra manera.
Nos sentábamos al fresco en la puerta de mi casa, a eso de las 12, que era la hora de recogida, con mi madre, Josefa, Aurora, Elvira, Patro, Luisa, Sacramento, en fin con todas las vecinas de la calle, y a las que recuerdo con mucho cariño y a las que todavía me parece ver al fresco y que están presentes en nuestras conversaciones, cuando ahora me siento con mi madre.
Cuando nos parecía nos íbamos a doblar papelitos dentro del portal, para que nadie se enterara lo que significaban, y no era otra cosa que emparejarnos con nombres que escribíamos en los papeles de los chicos que nos gustaban. ¡Qué risas y qué enfados nos teníamos cuando nos salía con alguien que no nos caía bien!.. ¿Recuerdas esto Ana?
No puedo dejar de nombrar a mi prima Ana, que ahora vive en Galicia y que todos los veranos de su infancia los pasó aquí. A ella le dedico estas letras y la animo a que escriba algo más, que seguro que ella también tiene más recuerdos de otras cosas, que eran muchas las que hacíamos, y muchas las risas que compartíamos.
¿Qué había en mis veranos? Pues había: un pueblo al que adoro, una familia única, unas amigas inigualables, una prima/hermana a la que adoro, y dentro de todo eso, un espíritu inagotable de disfrutar cada segundo con las cosas más simples que la inocencia de aquellos años nos hacía valorar como importantes y que llenaban nuestros días y nuestras noches de momentos inolvidables.
Felicito a Zalamea la Otra Mirada por esta genial idea de recordar los veranos de la infancia.
Los años han pasado y no dejan de venir a mi cabeza la cantidad de momentos disfrutados por las calles de mi pueblo cuando llegaba el verano.
Recuerdo que salíamos de paseo con las amigas, por las noches frescas para comernos un paquete de pipas en el Banco de Andalucía, porque al Bar de Marsal no podíamos ir, lo teníamos prohibido, pero nos conformábamos con ver a la gente pasar, lo teníamos todo controlado, era un punto estratégico de “cotilleo”. De vez en cuando nos íbamos al paseo redondo, ahora más iluminado, pero que en aquellos años estaba siempre oscuro y era el refugio ideal de muchas parejas. No asomábamos a la esquina y sinceramente, no veíamos nada, pero el mero hecho de ir allí, como nos estaba prohibido, despertaba en nosotras un gran interés, además este paseo era “la zona tabú”. ¡Increíble la curiosidad que despertaba en nosotras las escapaditas al rincón de los novios! -¡Hemos ido, uffffff, que no nos vean por aquí!
Por las tardes de calor, a eso de las tres de la tarde, ¿te acuerdas Elvira?, nos íbamos a dar un paseo al campo de mi madre a bañarnos en la alberca. No nos molestaba nada, ni bichos, ni avispas, ni calor, ni nada de nada. Cuando llegábamos, un poco exhaustas por la caminata a pleno sol, nos sentábamos a comer pan con nocilla, más derretida que nunca y más buena que cualquier manjar, nos bañábamos en la alberca, nos poníamos crema de zanahoria para broncearnos y cuando salíamos por la noche, parecíamos cangrejos, nos quemaba el sol, pero qué guapas nos veíamos con las piernas mitad rojas y mitad blancas!
Cuando salíamos por la noche, como dije antes, en el Banco de Andalucía las pipas, y los paseos largos por la plaza, que en aquellos años estaba a rebosar de gente. Recuerdo eso con tanta claridad, que ahora cuando veo la plaza llena, no como antes, pero con mucha gente, me apetece dar esos paseos con mis hijos. Nos divertíamos con cualquier cosa, igual que mis enanos ahora, aunque lo hagan de otra manera.
Nos sentábamos al fresco en la puerta de mi casa, a eso de las 12, que era la hora de recogida, con mi madre, Josefa, Aurora, Elvira, Patro, Luisa, Sacramento, en fin con todas las vecinas de la calle, y a las que recuerdo con mucho cariño y a las que todavía me parece ver al fresco y que están presentes en nuestras conversaciones, cuando ahora me siento con mi madre.
Cuando nos parecía nos íbamos a doblar papelitos dentro del portal, para que nadie se enterara lo que significaban, y no era otra cosa que emparejarnos con nombres que escribíamos en los papeles de los chicos que nos gustaban. ¡Qué risas y qué enfados nos teníamos cuando nos salía con alguien que no nos caía bien!.. ¿Recuerdas esto Ana?
No puedo dejar de nombrar a mi prima Ana, que ahora vive en Galicia y que todos los veranos de su infancia los pasó aquí. A ella le dedico estas letras y la animo a que escriba algo más, que seguro que ella también tiene más recuerdos de otras cosas, que eran muchas las que hacíamos, y muchas las risas que compartíamos.
¿Qué había en mis veranos? Pues había: un pueblo al que adoro, una familia única, unas amigas inigualables, una prima/hermana a la que adoro, y dentro de todo eso, un espíritu inagotable de disfrutar cada segundo con las cosas más simples que la inocencia de aquellos años nos hacía valorar como importantes y que llenaban nuestros días y nuestras noches de momentos inolvidables.
Felicito a Zalamea la Otra Mirada por esta genial idea de recordar los veranos de la infancia.
Consoli García Ibáñez