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Los recuerdos de cinco años atrás, cuando aquella vaca brava parió y el niño del ganadero besó al recién nacido, se agolparon en ambas entendederas. Él avanzó de rodillas, las mujeres gritaron de terror ante la inminente tragedia; a un palmo de los dos inmensos pitones, de rodillas, tir
ó el capote y besó de nuevo el rostro del animal. Salieron los cabestros y se los llevaron a los dos. Fueron atronadoramente abroncados por el respetable pero, desde entonces, viven felices: uno cultivando un huertecito cercano a la ganadería, otro tirándose de incognito a las vacas bravas del papá de su ex amigo y protector.
Vicente Toti
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