martes, 19 de septiembre de 2006

Nuestra fiel confidente

Altanera desde la lejanía, se presta nuestra flamante efigie posando en su escarpado contoneo de serranías y moradas blancas. Desde la lejanía mantiene sus distancias, mostrándose, para quienes no la conocen, orgullosa y baladí.
Pero en las distancias cortas, se comporta de una manera bien distinta. Su presunción se despeña desde su vertical altura y su presencia se cuela por todos los entresijos de nuestro pueblo, buscando la complicidad de sus vecinos, que durante años han compartido con ella las confidencias de corrales y postigos.
Como una vecina más, se hace cómplice del acontecer en su pedanía, haciéndose participe de los secretos de su gente. Participando activamente en los días festivamente embanderados y abriéndose fielmente en los momentos íntimos, donde humildemente pide permiso para participar en la intimidad del pueblo.
Mañanas de tendederos, al riego de tiestos, al despertar mañanero, al romance lozano de una joven pareja, al fresco en una noche de estío. Nuestra particular confidente guarda en su alma añeja instantes de gran calidez, recreándose en esos momentos tan especiales, donde de forma encantadora, participa en la vida de los zalameños.